Hace tiempo que vengo recopilando historias y links con idea de armar posts, publicarlos en el blog y compartirlas con quienes pasen de visita. Hace tiempo también que no me siento a editar y llevar a cabo esas publicaciones, por lo que estaba pensando con qué podría retomar las nots de "Coquilandia" que desde hace tiempo vengo posponiendo...
Después de darle una mirada a varios de los temas pre seleccionados, llegué a éste y es con el que decido retomar el blog. Por qué? Porque además de ser una historia de vida, es de amistad, de esperanza y de cómo lo que algunos pueden considerar un simple detalle puede cambiar la calidad y esperanza de vida de tantos otros...
Esta es la historia de un grupo de perros que ayudan emocionalmente a niños con cáncer en Ecuador.
Todos los miércoles, incluso en Navidad y Año Nuevo,
los perros Lancelot y Juci tienen la misión de animar y hacer sonreir a
los niños internados en el único centro médico de Quito donde se
atienden a menores con cáncer.
Se dirigen a los cuartos de los niños más desanimados, sobretodo de los que tienen pronósticos fatales.
"A veces ya no quieren comer, sus mamás no los visitaron, no quieren
recibir la medicación, ya no quieren hablar con el doctor", relata a la
AP Verónica Pardo, dueña de los perros, quien realiza el trabajo
voluntario desde 2005.
Ella coloca una manta encima de la cama hospitalaria y sube a los perros, previamente desparasitados y bañados.
Entonces el pequeño milagro se produce.
"Los niños sonríen, hablan, se inyectan de vida", dice Verónica que
usa un mandil rojo y una camiseta de cuadrados que tienen dibujados la
cara de un perro dentro de cada uno de ellos.
Los perros se quedan echados y los niños los acarician, si el perro
observa que le toman confianza se levanta y lame a los pequeños. Se
construye una relación tan perdurable que solo la muerte destruye.
Al inicio los canes solo ingresaban al jardín del hospital para jugar con los niños antes de la quimioterapia.Pero entre 2005 y 2010 las estadísticas del hospital arrojaron que
los miércoles, menos niños se hospitalizaban porque sus niveles de
adrenalina subían al jugar con los perros, lo que les otorgaba mejor
resistencia a las quimioterapias.
Eso provocó que se autorice el ingreso de los canes a las camas donde están los pequeños.
Pardo, de 38 años y madre de dos, dice que la misión que cumple junto a sus perros es un agradecimiento a la vida.Descubrió que tenía epilepsia hace una década, pero su esposo,
Mauricio Dávila, un adiestrador de animales, preparó a uno de sus perros
para que le avise a ella diez minutos antes de que se inicien las
convulsiones.
Ella y Mauricio tienen un centro veterinario. Y, además de Lancelot y
Juci, posee otros 16 canes a quienes involucra en la visita a los
pequeños pacientes con cáncer.
"La vida no es solo para recibir, también es para dar. Yo voy un día a
la semana al hospital, los niños con cáncer y sus familias están años
lidiando con la enfermedad"